La llamada piratería en Internet es el típico tema que inflama las pasiones en un sentido y en otro polarizando los puntos de vista hacia dos extremos igualmente absurdos: quienes pretenden tener derecho a disfrutar de todo tipo de contenidos audiovisuales sin pagar un duro y quienes quieren poner puertas al campo, ignorar la existencia de Internet e imponer mediante multas y cortes de la línea a diestro y siniestro una vuelta a los tiempos del CD y del DVD que es evidentemente imposible.
Es muy cínico pretender, en nombre de la libertad de información o del acceso a la cultura, que tengamos derecho a descargarnos sin permiso de sus autores cualquier material que nos dé la gana reventándoles su forma de ganarse la vida. Si alguien disfruta viendo películas o escuchando música tiene la obligación de contribuir económicamente a que ese negocio se pueda seguir manteniendo. Que las compañías de producción y distribución audiovisual hayan mantenido una política de precios abusivos y que los precios de las películas y discos estén inflados para pagar a intermediarios no puede justificar el todo vale; ni es justo que, pese a que la demanda de contenidos audiovisuales no deje de subir, el sector esté cada vez más en crisis.
No obstante, escuchando a la SGAE, los productores y a las compañías de discos, uno siente ganas de ponerse del lado de los piratas. En primer lugar, "piratería" es un ejemplo de lo que yo llamo neolengua, el uso de determinadas palabras pervirtiendo su sentido para imponer la forma de ver las cosas que interesa a algunos (como llamar "
peregrinos" a los turistas que van a ver al Papa). ¿Por qué el book crossing, abandonar en cualquier sitio un libro ya leído y tomar en su lugar otro libro que alguien a su vez ha abandonado, se aplaude y se considera difusión de la cultura, y hacer lo mismo con películas y discos en Internet es ser un "pirata" o "robar"? ¿Si alguien te quita la cartera en el metro es un hurto y en cambio descargarse una película de Internet es un robo? Seamos mínimamente serios en lugar de pervertir el lenguaje para hacer populismo.
Me cae francamente mal quien alardea de tener en su disco duro 700 películas, que seguramente ni va a ver, pero me cae igualmente mal el tipo de la SGAE que dice que ese supuesto pirata supone una cuantiosa pérdida para el sector audiovisual, basándose en la tramposa idea de que si no se las hubiera descargado habría pagado una entrada de cine o se hubiera comprado en vídeo las 700 películas. Eso evidentemente es falso; esta gente nunca ha sido espectador habitual del cine ni le gusta especialmente, simplemente disfruta sintiéndose muy listo por conseguir algo gratis, una actitud que desgraciadamente es muy española, y por eso la piratería alcanza en nuestro país
una dimensión desconocida en otros sitios de Europa. Si no pudiera acceder a las películas gratis, este hipotético individuo solamente habría pagado, y eso como mucho, por 4 o 5 de las 700 películas. La piratería sí supone unas ciertas pérdidas para el sector pero no es la madre del cordero.
La verdadera clave del asunto es que el negocio audiovisual, como todos los otros sectores empresariales, tiene un antes y un después de Internet, y la postura seguida por las compañías ha sido la del avestruz. Meter la cabeza bajo tierra, no querer ver que Internet está ahí, y pretender que los CD y DVD iban a poder seguirse vendiendo eternamente a precios abusivos. Y que la gente iba a seguir comprando obedientemente las cuatro películas y discos que a sus intereses comerciales les conviene potenciar en cada momento. Pues no, señores ejecutivos de las grandes empresas de audiovisual, desde el momento en el que existe una tecnología que permite acceder a prácticamente todo el material audiovisual que se produce en el mundo, ya no pueden ustedes decidir a su capricho qué está descatalogado y qué no, qué podemos ver y qué no, ni cómo, cuándo y dónde lo podemos ver. El CD y el DVD ya son prácticamente piezas de museo y el futuro del audiovisual pasa por la descarga. Cuando al público no le ofrecen una alternativa legal para disfrutar de un avance tecnológico, pensar que se va a quedar con los brazos cruzados y no va a recurrir al mercado negro no sólo es ser un absoluto patán a la hora de llevar un negocio, sino carecer del más mínimo sentido común.
Pasarles la patata caliente a los gobiernos para que legislen en favor de sus negocios, que es lo que han hecho las empresas del sector, es completamente inútil; mientras sigan sin existir portales seguros y fáciles de usar que permitan realizar descargas legales a un precio razonable eligiendo entre un catálogo amplio, el mercado seguirá en manos de la piratería por mucho que amenacen con multar o meter en la cárcel a media España. Que curioso que cuanto más liberalismo exigen las empresas a la hora de bajar los sueldos y despedir con más facilidad, más reclaman al mismo tiempo regulaciones y legislación para intentar arreglar los problemas que ocasiona la pésima gestión de sus negocios. La ley Sinde es uno de los ejemplos más claros; ahora es responsabilidad del gobierno y de la justicia sacarle las castañas del fuego a un sector empresarial.
Pero supongamos que estoy completamente equivocado y que realmente el problema del sector audiovisual no es una mala gestión y un anquilosamiento de las empresas sino una invatible competencia desleal por parte de la piratería que hace imposible mantener su negocio sin recurrir a las medidas penales. Aún en este caso, la solución no sería tener a la justicia enzangada cerrando webs que
se volverán a abrir en otro servidor al día siguiente, sino ir a la raíz del problema: el pirata número 1 de España se llama Telefónica y los operadores de Internet. Cuando las empresas de este sector, que funciona en el más típico ejemplo de oligopolio, pactan precios entre ellas para ofrecernos con un pésimo servicio de mantenimiento y de atención al cliente carísimas conexiones de no sé cuantos megas, ¿para qué se supone que son esos megas? ¿Alguien pagaría una ADSL simplemente para ver el email y leer el periódico online? ¿Alguien es tan ingenuo de dudar que las empresas son muy conscientes del uso mayoritario que se les da a las ADSL que venden? Está claro quiénes son los que más se lucran con las descargas ilegales. El día que la SGAE le pida cuentas a los suministradores de Internet, empezará a tener un mínimo de credibilidad. Mientras se limiten a atacar a los que recogen la calderilla del negocio de la piratería, como películas yonkis y demás, y a cebarse con los más débiles de la cadena (bares, peluquerías y usuarios particulares), que no les extrañe que la gente tenga la imagen que tiene de ellos.